Viejo Amor
Anoche me despertó el aroma de Malva Marina, tiene que haber sido que antes de dormir estuve leyendo la carta que me envió hace pocos días. Mientras pensaba en ella entre la oscuridad de mi cuarto recordé el cuento Viejo Amor que le escribí. Cuando le llegaron esas líneas hasta su islita caribeña lloro día y noche. Hoy al leerlo le he tomado el peso a estas líneas.
Todos somos juguetes del destino caviló Andrés, cuando inesperadamente el avión que hizo escala en Nueva York con destino a Madrid, tuvo que hacer un aterrizaje obligado en una pequeña isla caribeña que le traía recuerdo de los mejores años de su vida. La auxiliar de vuelo les informa por altoparlante a los pasajeros que por problemas técnicos del avión no van ha poder seguir con el vuelo destinado en la misma aeronave, tendrán que esperar un día en la isla, y los hospedarían en el hotel del aeropuerto Luís Muñoz Marín. Mientras pisaba la losa del aeropuerto internacional sintió un escalofrió que le recorría el cuerpo, ese amor intenso de su juventud aun se clavaba como una astilla en el alma.
Mientras avanzaba lentamente por las magnánimas instalaciones una lagrima recorría los surcos de su rostro, su vejez avanzada, su lento caminar y una calvicie mas que evidente, le recordaban como una bofetada que ya era un anciano, tenia 72 años de edad, que había logrado con éxito sus metas, tenia una vejez digna, pero nunca logro encontrar una mujer que le sacara de un exorcismo el aroma de Malva Marina del cuerpo. Aunque había tenido dos relaciones medianamente duraderas, pero sin éxito, ya llevaba más de tres décadas que estaba completamente dedicado al arte de las letras, a esas alturas de su vida ya no pensaba en los amores fugaces que un día lo conquistaron en bares, en busca de caricias compradas y un amor rentado.
Al instalarse en la habitación del hotel, no dejaba de pensar en esa morena de su juventud. Nunca más tuvo contacto con ella, desde el día que acordaron tomar rumbos distintos, con la promesa de que el destino los uniría de nuevo en algún momento de sus vidas, convinieron no buscarse el uno al otro, ya que estaban convencidos que sus vidas se entrelazarían nuevamente, porque el universo conspira en su naturaleza para unir a los amores predestinados.
Por un capricho de la vida se conocieron cuando aun eran muy jóvenes. Ella con tan solo 20 años de edad y él ya próximo a los 26, con toda una vida por delante, con sueños a destajos y despilfarrando ilusiones. El, la recuerda esplendorosa, casi astral, morena hasta el alma, con ojos de uvas y unos labios de azucenas de pétalos rosados, fragante como los atardeceres en la costa, sus pechos redondos como el horizonte y cabellera de algas revueltas bajo el oleaje caribeño de sus costas.
El anciano reposaba del agotamiento acumulado producto del vuelo, su longevo cuerpo ya no resistía viajes tan extensos, los pies se le hinchaban como melones por la lenta circulación sanguínea. Mientras miraba el techo de su dormitorio, la luz tenue que brotaba a borbotones de la bombilla le traía crecidamente el recuerdo de Malva Marina, mientras cerraba suavemente los ojos, con el temor de no despertar más de un profundo sueño. A esta edad la cobardía atormenta hasta los sueños, la incertidumbre de no despertar, de abandonar a su mujer en un eterno sueño, el miedo a morir en una tierra lejana, y tan cerca de su amada sin antes estrecharle la mano, sin antes susurrarle al oído sus joviales versos. Ya hace un año que teme morir sin antes verla.
El año pasado como en esta misma fecha también se dirigía con destino a Madrid, su viaje era netamente de trabajo, la editorial por la cual trabajaba le había programado una gira por Europa. En el mismo vuelo que el iba, en Nueva York, se sube una mujer relativamente joven, hermosa, morena y desbordando sensualidad por sus cutículas cutáneas. Se sienta justamente al otro lado del pasillo. Andrés no dejaba de mirarla, su piel oscura, la curvatura de sus caderas, su aroma caribeño y su acento boricua, fue como un puñal al recuerdo.
El anciano cabizbajo la observaba de reojo, y a cambio de tanta consagración con su mirada, consigue a cambio una sensual sonrisa, que se forma a través de esos labios chocolateados. La joven no entendía porque aquel hombre la observaba de esa forma tan familiar, como si ya se hubiesen conocido anteriormente, el mientras apreciaba su belleza, no hacia nada más que recordar con nostalgia. Se aproxima a ella y la saluda.
-Hola, como se llama ud. señorita.
- Me llamo Paula-, dijo con una voz armoniosa de coqui enamorado.
- Un gusto, mi nombre es Andrés –.
-Si se ahora lo acabo de reconocer, ud es el escritor Chileno, ¡Si es que no me equivoco!-. Mientras Paula lo observaba, pensó en su madre, en la dicha que sentiría ella, al encontrarse de esta forma tan fortuita con el escritor que le ha leído desde antes que naciera.
Paula gracias a su madre reconocía cada texto de los que ha escrito el anciano, sabe su biografía como si fuera su propio currículum de vida. Su madre se había encargado de hablarle extensas peroratas de su persona, como si se hubiesen conocido desde su adolescencia. Su presencia le resultaba tan cercana como si fuera un familiar o amigo de sus padres.
– Mi madre, poetiza y maestra ya retirada de español, siempre me ha hablado de ud. me comento pasajes anecdóticos de su vida. En sus clases siempre daba como tarea la lectura de una de sus novelas, ¡Si ella estuviese acá en estos momentos!, se sentiría muy feliz con su presencia, le aseguro que estarían platicando por horas, hasta hubiese cometido el atrevimiento de solicitarle que le escriba una dedicatoria en su última novela.
Andrés, al escuchar nuevamente ese acento caribeño, no dejaba de pensar, y deseaba ser joven nuevamente, no para conquistar a la joven mujer, pero si, para tener la vitalidad de buscar su amor perdido, de recorrer el caribe completo en busca de su felicidad aplazada.
– Con gusto le escribiría una dedicatoria a tu madre, si es tan encantadora como su hija, ¡Es más!, mira por fortuna tengo una novela en mi bolso de mano, la tenia como obsequio a un amigo en España, pero se que estaría mejor en las manos de ella.
Paula al ver la gentileza del anciano, entendía porque su madre, sin conocerle bien le tenía tanto aprecio.
- Mi madre encantada atesorara tamaño regalo de su parte-
Andrés desenfundo como un vaquero del lejano oeste su pluma Parker, desde un estuche que guardaba en el bolsillo de su camisa, y comienza a escribir, como caricaturista dibuja cada palabra en la contratapa del libro. Escribe entre comillas: “Cordialmente para”. Hace una pausa, esperando escuchar el nombre a quien va dirigida la dedicatoria. Paula estaba en silencio y atenta observaba como el escritor con puño y letra escribía temblorosamente. Sus manos más bien parecían las de un obrero de la construcción que las de un escritor, tenia mascas de rencillas con la vida, además, el sol las había manchado al dejarlas tan expuestas a la inclemencia de sus implacables rayos. El la miraba a los ojos, sin decir una palabra, ella también mantenía la complicidad y sin decir palabra alguna, lo observaba, nunca había estado conversando con alguien tan desconocido, pero a la vez tan cercano. El silencio se rompió bruscamente producto de una risotada de Paula, que se percato que el escritor aguarda el nombre para terminar de escribir sobre las hojas blancas.
- ¡Malva Marina!-. Le dice con su acento boricua. Andrés cuando escucho el nombre, sintió que la voz le atravesó el cuerpo como una lanza, llego a pensar que era una broma de mal gusto por parte de la joven morena, pero al ver la seriedad en sus facciones y la credibilidad de su voz, se percato que era cierto, que el destino como en otras ocasiones le hacia una vez más, esas extrañas jugadas.
En la habitación del hotel no lograba conciliar el sueño, sabia que estaba tan cerca de la mujer que ha amado toda su vida, pero sentía que ya estaba muy viejo como para enfrentarla e ir en su búsqueda, ya no era el mismo hombre del cual Malva Marina se enamoró, hasta su voz había envejecido, los mismos versos que un día le recito ya no serian tan armoniosos para sus oídos, la voz se le quebraba como ramas secas, sus manos ya no eran tan suaves, como cuando buscaba clandestinamente su largos dedos en la oscuridad, con el pasar de los años había perdido la vitalidad, le temblaban las piernas al caminar, su columna se había encorvado. En realidad era el miedo, el que le impedía pararse frente a ella y que lo viera así de viejo. Al ver, que le resultaría imposible conciliar el sueño, además el calor y la humedad del ambiente lo sofocaban, no estaba acostumbrado a las altas temperaturas caribeñas, enciende la televisión, y anuncian que están de fiesta en la isla, justamente el día en que su avión emprendía el vuelo comienza el festival de las mascaras. La nostalgia lo invadía completamente, le exasperaba tanto que tuvo que salir a la terraza de su habitación a tomar un poco de aire fresco. ¡El cielo estrellado nunca es el mismo! meditaba. Muchas veces he observado el cielo en mis noches de insomnio, y nunca a sido la misma constelación que en silencio me ha hecho compañía, tantas horas observado la oscuridad de la noche, tanto en Antofagasta, Viña del Mar, Madrid y ahora en San Juan, las noches siempre han sido un dulce misterio. Mientras iba consumiendo el tabaco de su pipa, habito que nunca pudo dejar, (siempre ha pensado que el fumar es un mal necesario como muchas otras cosas en la vida), comenzó a recordar nuevamente ese viaje lleno de casualidades, recordó a Paula, en su belleza, la simpleza de sus facciones. Mientras iba recordando cada detalle, las imágenes se venían como cascadas hasta colisionar en el centro del hipotálamo.
Mientas escribía el nombre, no podía dejar de pensar, que justamente esa mujer puede ser ella, que la joven que estaba a su lado, podría ser la hija del gran amor de su vida. Su caligrafía nunca ha sido del todo buena, pero cuando escribió el nombre de Malva Marina, la curvatura de las letras le salio de la peor forma, producto del temblor de sus manos, tardo más tiempo que el debido en escribir algo tan simple. Paula se percato y le pregunto que era lo que le sucedía.
– Se siente bien, lo puedo ayudar en algo-.
- No en nada Paula, solo que los recuerdos muchas veces me paralizan hasta el alma, tantas sorpresas y acontecimientos que he vivido, ¿Pero dime, coméntame un poco más de tu madre?-.
Paula siempre cuando comenzaba ha hablar de su progenitora se llenada de orgullo, para ella es la mujer mas importante en su vida, el pilar central de su familia, fuerte, buena madre, esposa y excelente profesora. Dedicó su vida a la educación, fue la pionera en la liberación de los libros en su país, era reconocida y respetada en cualquier parte de la isla. Sus versos habían contribuido al enamoramiento de muchas parejas, la simpleza de su poesía recorrió los océanos lingüísticos, y como barcazas llegaron a costas lejanas.
- Mi madre es una mujer excepcional, a los años de haber terminado su carrera en la universidad, conoció a mi padre, mantuvieron un noviazgo de dos años y después se casaron, de ese matrimonio nací yo, fui hija única, antes de que naciera mi madre ya me recitaba versos, me aseguro que siempre mi vida iba ha estar iluminada por la luna, creo que por eso ahora me estoy formando para ser escritora, la poesía siempre ha sido para mi una pasión, tengo facilidad para las artes literarias.-
Mientras Andrés escuchaba como Paula no paraba de hablar de su madre, cada vez estaba mas seguro que era ella, su Malva Marina, la mujer que hasta el día de hoy nunca ha dejado de amar.
– ¿Pero dime Paula, tu madre ha sido feliz? –.
- ¡Si! Mi padre siempre se encargo que de que ella fuera plenamente feliz, nunca le falto nada, el día que yo nací, fue el día que más ha llorado en su vida, cuando me tuvo en sus brazos le dijo a mi padre que yo me llamaría Paula e iba ser una gran escritora. Como mi padre siempre le dio en el gusto en todo, estuvo de acuerdo con el nombre-.
- No sabes cuanto me alegra saber que tu madre ha sido feliz en su vida-.
Andrés estuvo a punto de liberar una que otra lagrima, así que saco un pañuelo del bolsillo de su pantalón y se lo paso por su cara, simulando que estaba secando la transpiración, de esa forma oculto las insípidas gotas que se formaron en sus lagrimales.
- Mi madre nunca ha sido una mujer misteriosa, pero siempre ha guardado unas cartas de un amor que tuvo en su adolescencia, ahora que esta viuda no deja de leerlas, yo nunca las he leído, tampoco nunca me he enterado quien es ese misterioso enamorado, siempre he sido respetuosa con su silencio. Mientras la joven habla, Andrés la interrumpe.
-¿Paula, tu madre es viuda?-.
- Si hace 10 años que mi padre falleció y ella esta completamente sola viviendo en su casa, nunca me ha querido acompañar en mis reiterados viajes a Toledo. Desde el mismo día que falleció mi padre, nunca más se ha movido de su casa, en las tardes se sienta en la terraza y mira el horizonte, como si esperara a alguien, nunca me ha dicho a quien ha estado esperando todo este tiempo, pero todo los atardeceres como si fuera un ritual sale a la terraza y deja derramar unas lagrimas-.
Andrés ya estaba completamente convencido que era ella y además sabia que estaba sola, que al igual que ha él, con el paso del tiempo tampoco ha logrado olvidarlo. Así que tomó el libro y bajo la dedicatoria fría que había escrito anteriormente, dedico otras letras, de esta forma ella sabría que él aun la amaba, a través de este inusual medio retomaban la comunicación nuevamente, como hace muchos años atrás lo hicieron por cartas, ahora era una simple dedicatoria en la contratapa de uno de sus libros. Al final la dedicación quedó más extensa de lo que había pensado. Paula cuando la leyó, no entendió muy bien lo que decía, pero de igual forma agradeció el gesto y le dio un beso en la mejilla al anciano escritor, Andrés cuando sintió el aroma de Paula, la frescura de su piel, fue como un viaje sin retorno por los hondos laberintos del cerebro.
Andrés se durmió mirando el cielo de la isla en la terraza del hotel, cuando despertó le dolida el cuerpo por la incomoda posición en la cual se había dormido, sabia que estaba a tan solo dos horas para abordar el avión que lo llevaría a Madrid, y lo alejaría nuevamente de Malva Marina. Al salir de la ducha se miro en el espejo del baño, era tan amplio que podía ver por completo su cuerpo desnudo. Al ver la dura imagen que se reflejaba, se preguntaba como estaría ella ahora que tiene 67 años de edad, ya no era la joven mujer desde su último encuentro, estaba seguro que el tiempo no había sido tan feroz con ella como lo ha sido con él. Mientras se viste suena fuerte el teléfono, para informarle que en 15 minutos lo van a pasar a buscar, esa llamada le dio terror, sabia que si se iba nunca más volvería a ver a Malva Marina, los años ya no estaban a su favor, y no podía derrochar el tiempo como cuando joven. Se sienta en la cama y vuelve a recordar ese casual vuelo en el cual conoció a Paula, la única hija de Malva Marina, el nombre de ella, le aseguraba que nunca lo había olvidado. Un día le había comentado que cuando fuese madre, a su hijo le pondría Paulo Andrés, siempre le gusto ese nombre e independiente quien fuera el padre, el nombre siempre iba a ser Paulo, de esa forma ella lo recordaría en cada momento, por el resto de su vida.
La auxiliar de vuelo les avisa a ambos que tienen que estar sentados en posición de aterrizaje, porque en unos minutos más llegaran a Madrid. Mientras Andrés camina a paso lento con su equipaje en un carro por el aeropuerto internacional de Barajas, se aproxima Paula, lo abraza y le da nuevamente las gracias por hacer tan grato su vuelo, el anciano conmovido la abraza aun más fuerte y le dice que le de sus saludos a su madre.
En su lento caminar se detiene, para observar como la joven morena se aleja sin saber que estuvo platicando con el hombre que más ha amado a su madre, el mismo que ella llora como un ritual en los atardeceres.
Unos suaves golpes a la puerta lo traen de vuelta a la realidad, ya lo venían a buscar, el avión estaba listo en la pista de aterrizaje para emprender el vuelo tan postergado. Mientras caminaba por los pasillos avisan por altoparlante que el avión del vuelo 303 tienen que abordarlo por la manga numero 3. Al ver la puerta de acceso decidió no partir, así que sin avisar a nadie, paso por el control de policía internacional, y salio del aeropuerto, no tenía un rumbo definido, solo sabia que su destino era el Viejo San Juan. Toma un taxi y le dice al conductor que lo lleve a un hotel. Termina hospedando en el hotel Casa San José, en pleno Viejo San Juan. Unas de las ventanas de su habitación poseía una vista privilegiada, desde allí podía ver como todas las personas recorrían las calles empedradas, todas muy concurridas producto del festival.
Se encontraba muy agotado como para salir a recorrer, pero también tenía muy claro que no soportaría estar solo en esa fría habitación, sabiendo que estaba muy próximo a Malva Marina. Así que decide salir, mientras se inmiscuye entre la gente del festival de las mascaras, siente que alguien lo toma del brazo, se gira para saber quien era, y justo por las extrañas casualidades del destino era Paula, que al igual que él, estaba tan extrañada de ese encuentro en plena calle, al verla la recordó de inmediato. Se abrazaron afectuosamente como si fueran dos íntimos amigos, Andrés le comenta que estada solo de paso por la isla, no se quería perder el festival. Juntos caminaron mientras todos celebraban con mascaras multicolores en sus rostros.
Cuando se termino la calle y también el festival, Paula le propuso a Andrés ir a la casa de su madre que no estaba muy lejos de donde se encontraban. Mientras recorrían el trayecto hasta la casa de Malva Marina, le pregunta a Paula si a su madre le había gustado la dedicatoria.
- Si le gusto, hasta unas lágrimas recorrieron por su mejilla, mientras leía cada línea. Me pregunto donde nos habíamos encontrado, cuando le comente, no lo podía creer. Por curiosidad le pregunte si entendía realmente que decía la dedicatoria, ya que yo no logre descifrarla, solo sonrió y acerco el libro a su pecho, como si lo estuviese abrazando, mi madre siempre es un misterio en su silencio y yo siempre se lo he respetado, así que no quise hacer más preguntas, solo deje que leyera una y otra vez las líneas escritas por ud. ¿Una duda me queda con todo esto, que lazos lo unen a esta isla?, siempre la nombra, siempre dedica sus líneas a una caribeña, a su morena de chocolate. ¿Quién es esa mujer tan misteriosa, quien es la protagonista de todos sus textos? El no sabia que responder, no se atrevía a confesarle que la mujer que él siempre ha amado, es la misma mujer que le concedió la vida. Solo le respondió con una mentira piadosa diciendo que fue un viejo amor de la adolescencia, que un día conoció acá y ya no estaba.
Andrés se sentía feliz, sabia que con el paso de tantos años sin verse ella aun lo recordaba, y se seguía ilusionando y enamorando con los versos escritos en hojas blancas. Paula con una seña le indica que la casa con la terraza de madera es la de su madre, justamente estaba sentada Malva Marina mirando hacia el horizonte. Cuando la vio más de cerca noto que su cabellera era de color ceniza. Andrés estaba ansioso y temeroso de su reencuentro. Cuando se bajan del auto ella no los reconoce a simple vista. Paula se acerca lo suficiente como para abrazarla mientras que el anciano estada como petrificado de pie junto a la puerta del auto. Andrés solo la observaba esplendorosa, con su piel iluminada por los tonos violetas del atardecer.
–Mira la sorpresa que te tengo-, le dice Paula a su madre, al aproximarse lo reconoció de inmediato, quedo paralizada, al igual que él, se extraño de verlo tan viejo. Andrés cuando la vio no lograba asimilar esa mujer con Malva, solo la observaba sin decir una palabra, sin saludarla, miraba sus manos, su pelo, su cuello, esa boca con la cual había estado esperando besarla por más de 40 años. En el momento que escucho su voz y vio que ella se aproximaba, la reconoció por completo, no había duda, era la misma mujer de su vida, solo que estaba casi anciana, pero el tiempo no fue tan feroz con ella, todavía mantenía esa belleza característica de su tierra y el aroma en su cabello era el mismo que se siente cuando baja la marea. Malva solo atino ha extenderle la mano para saludarlo, pero él se aproximo y le dio un abrazo que duro tan solo unos segundos, pero para ellos fue el tiempo suficiente, como para recordar con nostalgia el paso de los años. Paula hasta el momento no se había percatado de lo que pasaba, ellos solo guardaban silencio de la relación que los mantenía unidos. La cena no tuvo ningún contratiempo, fue muy agradable, platicaron hasta tarde sobre sus vidas, los tres rieron hasta el cansancio. Mientras Malva Marina hablaba sobre la importancia de la literatura en América Latina, Andrés buscaba clandestinamente su mano bajo la mesa, hasta que la encontró, tímidamente tomo sus dedos, y uno a uno los fue reconociendo hasta que sus manos se empuñaron juntas, no dejaba de acariciarla, quería perpetuar ese instante en que sus manos huesudas se encontraron bajo la oscuridad de un mantel largo, sabia que ahora el universo nuevamente había conspirado para unirlos.
El primer encuentro fue como cualquier encuentro de dos desconocidos. Paula cuando fue a dejar al anciano al hotel, le comento que su madre estaba muy sola, que seria bueno que el la visitara, podrían llegar a ser buenos amigos, si el lograba sacarla de casa y concebía que ella dejara de llorar a los atardeceres, estaría completamente agradecida de él. Esta fue la aprobación que dio Paula, sin saber que de esta forma le daba el consentimiento para visitarla sin estar escondiéndose como si fuera un adolescente, ya no estaba para esos juegos.
Al día siguiente a las 11:00 horas en punto, estaba Andrés tocando la puerta de Malva Marina, al verlo intachable parado en el zócalo con un sombrero color tierra no se sorprendió, sabia que al igual que ella, no había podido conciliar el sueño y necesitaban estar juntos, conversar por todo el tiempo que se han privado. Andrés le propuso salir a caminar por la playa, ya que el día estaba muy agradable para un paseo por la costa. Cada uno fue relatando con calma su vida desde el momento que se alejaron, el otro escuchaba atento como si estuviese adentro de un confesionario, no se interrumpían, ni reprochaban nada, solo querían llenar el vació que los mantuvo lejos por tantos años. Malva le comento que se había casado, que tuvo un buen marido y le dio una hija maravillosa, que él siempre estuvo en su recuerdo cada vez que nombraba a su hija lo recordaba, nunca lo dejo de amar solo aprendió a rehacer su vida y vivir de recuerdos.
– Felizmente logre encontrar ha alguien que supo hacerme buena compañía, lamento tanto que tu no hallas logrado encontrar a una mujer que te acompañe a estas alturas de la vida, la vejez de por si ya es solitaria. Ahora ya estamos viejos para romances de adolescentes, yo pronto seré por segunda vez abuela. Me alegro tanto de este reencuentro, pero creo que tenemos que aceptar que ya estamos viejos-.
Andrés no se conformaba solo con haberla encontrado y resignarse a tomar otros derroteros lejos de ella, no le quedaba mucho tiempo, estaba en el ocaso de su vida, así que esta vez no permitiría que los caprichos del destino lo hicieran tomar decisiones equivocadas.
–Malva si supieras cuanto he esperado por este momento, tantas soledades he tenido que vivir, para poder estar a tu lado, se muy bien que ya no somos los adolescentes enamoradizos como cuando nos conocimos, pero todavía sigue existiendo el mismo amor, que esta intacto y fuerte, no desperdiciemos la corta vida que nos queda-.
Ella escucho atenta, lo tomo de la mano y recorrieron por la húmeda arena como dos ancianos que han sido parejas toda su vida. Andrés la visito a diario por una semana completa, hasta que ella le preparo una cena. El llego a la hora exacta, como siempre se ha caracterizado por su puntualidad. En su mano derecha llevaba una botella de vino tinto, y una caja de chocolates en forma de bombones en la izquierda, Malva cuando vio los chocolates, solo atino a mirarlo a los ojos y se sonrojo, él sabia perfectamente que el chocolate le produce un efecto orgásmico. Cuando tomo la caja soltó una carcajada fuerte, a él también le causó mucha gracia, era una sutil indirecta. Mientras iban cenando acompañados de los recuerdos fugaces de antaño, el efecto hipnotizador del vino y la buena comida de Malva, dejo fluir los deseos reprimidos por años. Andrés la todo de la mano y puso un tango como música de fondo, la invito a bailar, siendo que nunca fue un gran bailarín, pero esta ocasión lo amerita, la cercanía del baile los mantenía unidos, el sentía como sus pechos rozaban su cuerpo, el aroma a rosas que emanaba como un cántaro en su cabello lo hizo viajar retrospectivamente en el tiempo. Entre los acordes de un bandoleón porteño la beso tratando de remediar la ausencia beso a beso. Mientras bailaban ambos cantaban en voz alta.
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Cuando la besaba se dio cuenta que ambos tenían un sabor agrio en la boca, pero el dulzor se iba recuperando con la intensidad de los besos. Lentamente con los armoniosos pasos del tango, la llevo a su dormitorio y comenzó a desnudarla. Malva Marina le pidió que apagase la luz, los años le habían dado pudores de exponer su cuerpo, cosa que en su juventud no tenia, no quería que Andrés la viera con sus pechos fláccidos, ya no eran dos frutos obsequiosos que el podía acariciar con sus labios, ha Andrés no le importaba que ya no fuera la misma mujer joven que él había conocido, la seguía amando igual sin importar los estragos que deja el tiempo como marcas en el cuerpo. Ella al verlo casi calvo y los pocos pelos en su cuerpo eran de color cano, noto que lo único que no había envejecido en él, era su mirada, aun la apreciaba de la misma forma como lo hacia desde el momento que se conocieron, con esa mirada que le producía un escalofrió en el cuerpo, era tan profunda como la extensión de un rayo. Lamentó tanto haberse perdido como el cuerpo de Andrés fue envejeciendo. Malva Marina tenía temor de que la viera desnuda, entre lágrimas insistía en apagar la luz, pero Andrés necesitaba ver su desnudez con luz fresca. Su cuerpo parecía agrietado como el barro cuando se seca con el incremento de sol. Con caricias Andrés fue mitigando los pudores del encuentro, de tanto acariciar encendió los pezones de Malva, erectos, juveniles y elásticos. Parecían dos jóvenes que estaban recién descubriendo la desnudez del sexo opuesto. Malva se recostó sobre la cama, anciana como se veía aun así no dejaba de ser bella, daba la impresión que los años no la fueron envejeciendo, si hermoseando. Cuando Andrés recorrió su cuerpo con las manos noto que su piel seguía siendo lozana, que sus escasos vellos pubicos se habían teñido de color blanco, y su entrepiernas seguía siendo una cavidad misteriosa, el anciano se recostó sobre ella, con una erección que no había logrado tenerla en años. A ambos se les había olvidado como hacer el amor, después de tanto tiempo sin practicarlo, ahora que eran un par de viejos no sabían como mantienen relaciones los ancianos, así que nuevamente fueron explorando en una cama las artes amatorias. Con cada caricia Andrés veía como Malva iba rejuveneciendo, al igual que ella, Andrés logro recuperar una vitalidad que creía extinta, ambos se dieron cuenta que cuando se hace el amor verdadero se vuelve a la pureza y la virginidad se pierde innumerables veces en la vida.
Mientras avanzaba lentamente por las magnánimas instalaciones una lagrima recorría los surcos de su rostro, su vejez avanzada, su lento caminar y una calvicie mas que evidente, le recordaban como una bofetada que ya era un anciano, tenia 72 años de edad, que había logrado con éxito sus metas, tenia una vejez digna, pero nunca logro encontrar una mujer que le sacara de un exorcismo el aroma de Malva Marina del cuerpo. Aunque había tenido dos relaciones medianamente duraderas, pero sin éxito, ya llevaba más de tres décadas que estaba completamente dedicado al arte de las letras, a esas alturas de su vida ya no pensaba en los amores fugaces que un día lo conquistaron en bares, en busca de caricias compradas y un amor rentado.
Al instalarse en la habitación del hotel, no dejaba de pensar en esa morena de su juventud. Nunca más tuvo contacto con ella, desde el día que acordaron tomar rumbos distintos, con la promesa de que el destino los uniría de nuevo en algún momento de sus vidas, convinieron no buscarse el uno al otro, ya que estaban convencidos que sus vidas se entrelazarían nuevamente, porque el universo conspira en su naturaleza para unir a los amores predestinados.
Por un capricho de la vida se conocieron cuando aun eran muy jóvenes. Ella con tan solo 20 años de edad y él ya próximo a los 26, con toda una vida por delante, con sueños a destajos y despilfarrando ilusiones. El, la recuerda esplendorosa, casi astral, morena hasta el alma, con ojos de uvas y unos labios de azucenas de pétalos rosados, fragante como los atardeceres en la costa, sus pechos redondos como el horizonte y cabellera de algas revueltas bajo el oleaje caribeño de sus costas.
El anciano reposaba del agotamiento acumulado producto del vuelo, su longevo cuerpo ya no resistía viajes tan extensos, los pies se le hinchaban como melones por la lenta circulación sanguínea. Mientras miraba el techo de su dormitorio, la luz tenue que brotaba a borbotones de la bombilla le traía crecidamente el recuerdo de Malva Marina, mientras cerraba suavemente los ojos, con el temor de no despertar más de un profundo sueño. A esta edad la cobardía atormenta hasta los sueños, la incertidumbre de no despertar, de abandonar a su mujer en un eterno sueño, el miedo a morir en una tierra lejana, y tan cerca de su amada sin antes estrecharle la mano, sin antes susurrarle al oído sus joviales versos. Ya hace un año que teme morir sin antes verla.
El año pasado como en esta misma fecha también se dirigía con destino a Madrid, su viaje era netamente de trabajo, la editorial por la cual trabajaba le había programado una gira por Europa. En el mismo vuelo que el iba, en Nueva York, se sube una mujer relativamente joven, hermosa, morena y desbordando sensualidad por sus cutículas cutáneas. Se sienta justamente al otro lado del pasillo. Andrés no dejaba de mirarla, su piel oscura, la curvatura de sus caderas, su aroma caribeño y su acento boricua, fue como un puñal al recuerdo.
El anciano cabizbajo la observaba de reojo, y a cambio de tanta consagración con su mirada, consigue a cambio una sensual sonrisa, que se forma a través de esos labios chocolateados. La joven no entendía porque aquel hombre la observaba de esa forma tan familiar, como si ya se hubiesen conocido anteriormente, el mientras apreciaba su belleza, no hacia nada más que recordar con nostalgia. Se aproxima a ella y la saluda.
-Hola, como se llama ud. señorita.
- Me llamo Paula-, dijo con una voz armoniosa de coqui enamorado.
- Un gusto, mi nombre es Andrés –.
-Si se ahora lo acabo de reconocer, ud es el escritor Chileno, ¡Si es que no me equivoco!-. Mientras Paula lo observaba, pensó en su madre, en la dicha que sentiría ella, al encontrarse de esta forma tan fortuita con el escritor que le ha leído desde antes que naciera.
Paula gracias a su madre reconocía cada texto de los que ha escrito el anciano, sabe su biografía como si fuera su propio currículum de vida. Su madre se había encargado de hablarle extensas peroratas de su persona, como si se hubiesen conocido desde su adolescencia. Su presencia le resultaba tan cercana como si fuera un familiar o amigo de sus padres.
– Mi madre, poetiza y maestra ya retirada de español, siempre me ha hablado de ud. me comento pasajes anecdóticos de su vida. En sus clases siempre daba como tarea la lectura de una de sus novelas, ¡Si ella estuviese acá en estos momentos!, se sentiría muy feliz con su presencia, le aseguro que estarían platicando por horas, hasta hubiese cometido el atrevimiento de solicitarle que le escriba una dedicatoria en su última novela.
Andrés, al escuchar nuevamente ese acento caribeño, no dejaba de pensar, y deseaba ser joven nuevamente, no para conquistar a la joven mujer, pero si, para tener la vitalidad de buscar su amor perdido, de recorrer el caribe completo en busca de su felicidad aplazada.
– Con gusto le escribiría una dedicatoria a tu madre, si es tan encantadora como su hija, ¡Es más!, mira por fortuna tengo una novela en mi bolso de mano, la tenia como obsequio a un amigo en España, pero se que estaría mejor en las manos de ella.
Paula al ver la gentileza del anciano, entendía porque su madre, sin conocerle bien le tenía tanto aprecio.
- Mi madre encantada atesorara tamaño regalo de su parte-
Andrés desenfundo como un vaquero del lejano oeste su pluma Parker, desde un estuche que guardaba en el bolsillo de su camisa, y comienza a escribir, como caricaturista dibuja cada palabra en la contratapa del libro. Escribe entre comillas: “Cordialmente para”. Hace una pausa, esperando escuchar el nombre a quien va dirigida la dedicatoria. Paula estaba en silencio y atenta observaba como el escritor con puño y letra escribía temblorosamente. Sus manos más bien parecían las de un obrero de la construcción que las de un escritor, tenia mascas de rencillas con la vida, además, el sol las había manchado al dejarlas tan expuestas a la inclemencia de sus implacables rayos. El la miraba a los ojos, sin decir una palabra, ella también mantenía la complicidad y sin decir palabra alguna, lo observaba, nunca había estado conversando con alguien tan desconocido, pero a la vez tan cercano. El silencio se rompió bruscamente producto de una risotada de Paula, que se percato que el escritor aguarda el nombre para terminar de escribir sobre las hojas blancas.
- ¡Malva Marina!-. Le dice con su acento boricua. Andrés cuando escucho el nombre, sintió que la voz le atravesó el cuerpo como una lanza, llego a pensar que era una broma de mal gusto por parte de la joven morena, pero al ver la seriedad en sus facciones y la credibilidad de su voz, se percato que era cierto, que el destino como en otras ocasiones le hacia una vez más, esas extrañas jugadas.
En la habitación del hotel no lograba conciliar el sueño, sabia que estaba tan cerca de la mujer que ha amado toda su vida, pero sentía que ya estaba muy viejo como para enfrentarla e ir en su búsqueda, ya no era el mismo hombre del cual Malva Marina se enamoró, hasta su voz había envejecido, los mismos versos que un día le recito ya no serian tan armoniosos para sus oídos, la voz se le quebraba como ramas secas, sus manos ya no eran tan suaves, como cuando buscaba clandestinamente su largos dedos en la oscuridad, con el pasar de los años había perdido la vitalidad, le temblaban las piernas al caminar, su columna se había encorvado. En realidad era el miedo, el que le impedía pararse frente a ella y que lo viera así de viejo. Al ver, que le resultaría imposible conciliar el sueño, además el calor y la humedad del ambiente lo sofocaban, no estaba acostumbrado a las altas temperaturas caribeñas, enciende la televisión, y anuncian que están de fiesta en la isla, justamente el día en que su avión emprendía el vuelo comienza el festival de las mascaras. La nostalgia lo invadía completamente, le exasperaba tanto que tuvo que salir a la terraza de su habitación a tomar un poco de aire fresco. ¡El cielo estrellado nunca es el mismo! meditaba. Muchas veces he observado el cielo en mis noches de insomnio, y nunca a sido la misma constelación que en silencio me ha hecho compañía, tantas horas observado la oscuridad de la noche, tanto en Antofagasta, Viña del Mar, Madrid y ahora en San Juan, las noches siempre han sido un dulce misterio. Mientras iba consumiendo el tabaco de su pipa, habito que nunca pudo dejar, (siempre ha pensado que el fumar es un mal necesario como muchas otras cosas en la vida), comenzó a recordar nuevamente ese viaje lleno de casualidades, recordó a Paula, en su belleza, la simpleza de sus facciones. Mientras iba recordando cada detalle, las imágenes se venían como cascadas hasta colisionar en el centro del hipotálamo.
Mientas escribía el nombre, no podía dejar de pensar, que justamente esa mujer puede ser ella, que la joven que estaba a su lado, podría ser la hija del gran amor de su vida. Su caligrafía nunca ha sido del todo buena, pero cuando escribió el nombre de Malva Marina, la curvatura de las letras le salio de la peor forma, producto del temblor de sus manos, tardo más tiempo que el debido en escribir algo tan simple. Paula se percato y le pregunto que era lo que le sucedía.
– Se siente bien, lo puedo ayudar en algo-.
- No en nada Paula, solo que los recuerdos muchas veces me paralizan hasta el alma, tantas sorpresas y acontecimientos que he vivido, ¿Pero dime, coméntame un poco más de tu madre?-.
Paula siempre cuando comenzaba ha hablar de su progenitora se llenada de orgullo, para ella es la mujer mas importante en su vida, el pilar central de su familia, fuerte, buena madre, esposa y excelente profesora. Dedicó su vida a la educación, fue la pionera en la liberación de los libros en su país, era reconocida y respetada en cualquier parte de la isla. Sus versos habían contribuido al enamoramiento de muchas parejas, la simpleza de su poesía recorrió los océanos lingüísticos, y como barcazas llegaron a costas lejanas.
- Mi madre es una mujer excepcional, a los años de haber terminado su carrera en la universidad, conoció a mi padre, mantuvieron un noviazgo de dos años y después se casaron, de ese matrimonio nací yo, fui hija única, antes de que naciera mi madre ya me recitaba versos, me aseguro que siempre mi vida iba ha estar iluminada por la luna, creo que por eso ahora me estoy formando para ser escritora, la poesía siempre ha sido para mi una pasión, tengo facilidad para las artes literarias.-
Mientras Andrés escuchaba como Paula no paraba de hablar de su madre, cada vez estaba mas seguro que era ella, su Malva Marina, la mujer que hasta el día de hoy nunca ha dejado de amar.
– ¿Pero dime Paula, tu madre ha sido feliz? –.
- ¡Si! Mi padre siempre se encargo que de que ella fuera plenamente feliz, nunca le falto nada, el día que yo nací, fue el día que más ha llorado en su vida, cuando me tuvo en sus brazos le dijo a mi padre que yo me llamaría Paula e iba ser una gran escritora. Como mi padre siempre le dio en el gusto en todo, estuvo de acuerdo con el nombre-.
- No sabes cuanto me alegra saber que tu madre ha sido feliz en su vida-.
Andrés estuvo a punto de liberar una que otra lagrima, así que saco un pañuelo del bolsillo de su pantalón y se lo paso por su cara, simulando que estaba secando la transpiración, de esa forma oculto las insípidas gotas que se formaron en sus lagrimales.
- Mi madre nunca ha sido una mujer misteriosa, pero siempre ha guardado unas cartas de un amor que tuvo en su adolescencia, ahora que esta viuda no deja de leerlas, yo nunca las he leído, tampoco nunca me he enterado quien es ese misterioso enamorado, siempre he sido respetuosa con su silencio. Mientras la joven habla, Andrés la interrumpe.
-¿Paula, tu madre es viuda?-.
- Si hace 10 años que mi padre falleció y ella esta completamente sola viviendo en su casa, nunca me ha querido acompañar en mis reiterados viajes a Toledo. Desde el mismo día que falleció mi padre, nunca más se ha movido de su casa, en las tardes se sienta en la terraza y mira el horizonte, como si esperara a alguien, nunca me ha dicho a quien ha estado esperando todo este tiempo, pero todo los atardeceres como si fuera un ritual sale a la terraza y deja derramar unas lagrimas-.
Andrés ya estaba completamente convencido que era ella y además sabia que estaba sola, que al igual que ha él, con el paso del tiempo tampoco ha logrado olvidarlo. Así que tomó el libro y bajo la dedicatoria fría que había escrito anteriormente, dedico otras letras, de esta forma ella sabría que él aun la amaba, a través de este inusual medio retomaban la comunicación nuevamente, como hace muchos años atrás lo hicieron por cartas, ahora era una simple dedicatoria en la contratapa de uno de sus libros. Al final la dedicación quedó más extensa de lo que había pensado. Paula cuando la leyó, no entendió muy bien lo que decía, pero de igual forma agradeció el gesto y le dio un beso en la mejilla al anciano escritor, Andrés cuando sintió el aroma de Paula, la frescura de su piel, fue como un viaje sin retorno por los hondos laberintos del cerebro.
Andrés se durmió mirando el cielo de la isla en la terraza del hotel, cuando despertó le dolida el cuerpo por la incomoda posición en la cual se había dormido, sabia que estaba a tan solo dos horas para abordar el avión que lo llevaría a Madrid, y lo alejaría nuevamente de Malva Marina. Al salir de la ducha se miro en el espejo del baño, era tan amplio que podía ver por completo su cuerpo desnudo. Al ver la dura imagen que se reflejaba, se preguntaba como estaría ella ahora que tiene 67 años de edad, ya no era la joven mujer desde su último encuentro, estaba seguro que el tiempo no había sido tan feroz con ella como lo ha sido con él. Mientras se viste suena fuerte el teléfono, para informarle que en 15 minutos lo van a pasar a buscar, esa llamada le dio terror, sabia que si se iba nunca más volvería a ver a Malva Marina, los años ya no estaban a su favor, y no podía derrochar el tiempo como cuando joven. Se sienta en la cama y vuelve a recordar ese casual vuelo en el cual conoció a Paula, la única hija de Malva Marina, el nombre de ella, le aseguraba que nunca lo había olvidado. Un día le había comentado que cuando fuese madre, a su hijo le pondría Paulo Andrés, siempre le gusto ese nombre e independiente quien fuera el padre, el nombre siempre iba a ser Paulo, de esa forma ella lo recordaría en cada momento, por el resto de su vida.
La auxiliar de vuelo les avisa a ambos que tienen que estar sentados en posición de aterrizaje, porque en unos minutos más llegaran a Madrid. Mientras Andrés camina a paso lento con su equipaje en un carro por el aeropuerto internacional de Barajas, se aproxima Paula, lo abraza y le da nuevamente las gracias por hacer tan grato su vuelo, el anciano conmovido la abraza aun más fuerte y le dice que le de sus saludos a su madre.
En su lento caminar se detiene, para observar como la joven morena se aleja sin saber que estuvo platicando con el hombre que más ha amado a su madre, el mismo que ella llora como un ritual en los atardeceres.
Unos suaves golpes a la puerta lo traen de vuelta a la realidad, ya lo venían a buscar, el avión estaba listo en la pista de aterrizaje para emprender el vuelo tan postergado. Mientras caminaba por los pasillos avisan por altoparlante que el avión del vuelo 303 tienen que abordarlo por la manga numero 3. Al ver la puerta de acceso decidió no partir, así que sin avisar a nadie, paso por el control de policía internacional, y salio del aeropuerto, no tenía un rumbo definido, solo sabia que su destino era el Viejo San Juan. Toma un taxi y le dice al conductor que lo lleve a un hotel. Termina hospedando en el hotel Casa San José, en pleno Viejo San Juan. Unas de las ventanas de su habitación poseía una vista privilegiada, desde allí podía ver como todas las personas recorrían las calles empedradas, todas muy concurridas producto del festival.
Se encontraba muy agotado como para salir a recorrer, pero también tenía muy claro que no soportaría estar solo en esa fría habitación, sabiendo que estaba muy próximo a Malva Marina. Así que decide salir, mientras se inmiscuye entre la gente del festival de las mascaras, siente que alguien lo toma del brazo, se gira para saber quien era, y justo por las extrañas casualidades del destino era Paula, que al igual que él, estaba tan extrañada de ese encuentro en plena calle, al verla la recordó de inmediato. Se abrazaron afectuosamente como si fueran dos íntimos amigos, Andrés le comenta que estada solo de paso por la isla, no se quería perder el festival. Juntos caminaron mientras todos celebraban con mascaras multicolores en sus rostros.
Cuando se termino la calle y también el festival, Paula le propuso a Andrés ir a la casa de su madre que no estaba muy lejos de donde se encontraban. Mientras recorrían el trayecto hasta la casa de Malva Marina, le pregunta a Paula si a su madre le había gustado la dedicatoria.
- Si le gusto, hasta unas lágrimas recorrieron por su mejilla, mientras leía cada línea. Me pregunto donde nos habíamos encontrado, cuando le comente, no lo podía creer. Por curiosidad le pregunte si entendía realmente que decía la dedicatoria, ya que yo no logre descifrarla, solo sonrió y acerco el libro a su pecho, como si lo estuviese abrazando, mi madre siempre es un misterio en su silencio y yo siempre se lo he respetado, así que no quise hacer más preguntas, solo deje que leyera una y otra vez las líneas escritas por ud. ¿Una duda me queda con todo esto, que lazos lo unen a esta isla?, siempre la nombra, siempre dedica sus líneas a una caribeña, a su morena de chocolate. ¿Quién es esa mujer tan misteriosa, quien es la protagonista de todos sus textos? El no sabia que responder, no se atrevía a confesarle que la mujer que él siempre ha amado, es la misma mujer que le concedió la vida. Solo le respondió con una mentira piadosa diciendo que fue un viejo amor de la adolescencia, que un día conoció acá y ya no estaba.
Andrés se sentía feliz, sabia que con el paso de tantos años sin verse ella aun lo recordaba, y se seguía ilusionando y enamorando con los versos escritos en hojas blancas. Paula con una seña le indica que la casa con la terraza de madera es la de su madre, justamente estaba sentada Malva Marina mirando hacia el horizonte. Cuando la vio más de cerca noto que su cabellera era de color ceniza. Andrés estaba ansioso y temeroso de su reencuentro. Cuando se bajan del auto ella no los reconoce a simple vista. Paula se acerca lo suficiente como para abrazarla mientras que el anciano estada como petrificado de pie junto a la puerta del auto. Andrés solo la observaba esplendorosa, con su piel iluminada por los tonos violetas del atardecer.
–Mira la sorpresa que te tengo-, le dice Paula a su madre, al aproximarse lo reconoció de inmediato, quedo paralizada, al igual que él, se extraño de verlo tan viejo. Andrés cuando la vio no lograba asimilar esa mujer con Malva, solo la observaba sin decir una palabra, sin saludarla, miraba sus manos, su pelo, su cuello, esa boca con la cual había estado esperando besarla por más de 40 años. En el momento que escucho su voz y vio que ella se aproximaba, la reconoció por completo, no había duda, era la misma mujer de su vida, solo que estaba casi anciana, pero el tiempo no fue tan feroz con ella, todavía mantenía esa belleza característica de su tierra y el aroma en su cabello era el mismo que se siente cuando baja la marea. Malva solo atino ha extenderle la mano para saludarlo, pero él se aproximo y le dio un abrazo que duro tan solo unos segundos, pero para ellos fue el tiempo suficiente, como para recordar con nostalgia el paso de los años. Paula hasta el momento no se había percatado de lo que pasaba, ellos solo guardaban silencio de la relación que los mantenía unidos. La cena no tuvo ningún contratiempo, fue muy agradable, platicaron hasta tarde sobre sus vidas, los tres rieron hasta el cansancio. Mientras Malva Marina hablaba sobre la importancia de la literatura en América Latina, Andrés buscaba clandestinamente su mano bajo la mesa, hasta que la encontró, tímidamente tomo sus dedos, y uno a uno los fue reconociendo hasta que sus manos se empuñaron juntas, no dejaba de acariciarla, quería perpetuar ese instante en que sus manos huesudas se encontraron bajo la oscuridad de un mantel largo, sabia que ahora el universo nuevamente había conspirado para unirlos.
El primer encuentro fue como cualquier encuentro de dos desconocidos. Paula cuando fue a dejar al anciano al hotel, le comento que su madre estaba muy sola, que seria bueno que el la visitara, podrían llegar a ser buenos amigos, si el lograba sacarla de casa y concebía que ella dejara de llorar a los atardeceres, estaría completamente agradecida de él. Esta fue la aprobación que dio Paula, sin saber que de esta forma le daba el consentimiento para visitarla sin estar escondiéndose como si fuera un adolescente, ya no estaba para esos juegos.
Al día siguiente a las 11:00 horas en punto, estaba Andrés tocando la puerta de Malva Marina, al verlo intachable parado en el zócalo con un sombrero color tierra no se sorprendió, sabia que al igual que ella, no había podido conciliar el sueño y necesitaban estar juntos, conversar por todo el tiempo que se han privado. Andrés le propuso salir a caminar por la playa, ya que el día estaba muy agradable para un paseo por la costa. Cada uno fue relatando con calma su vida desde el momento que se alejaron, el otro escuchaba atento como si estuviese adentro de un confesionario, no se interrumpían, ni reprochaban nada, solo querían llenar el vació que los mantuvo lejos por tantos años. Malva le comento que se había casado, que tuvo un buen marido y le dio una hija maravillosa, que él siempre estuvo en su recuerdo cada vez que nombraba a su hija lo recordaba, nunca lo dejo de amar solo aprendió a rehacer su vida y vivir de recuerdos.
– Felizmente logre encontrar ha alguien que supo hacerme buena compañía, lamento tanto que tu no hallas logrado encontrar a una mujer que te acompañe a estas alturas de la vida, la vejez de por si ya es solitaria. Ahora ya estamos viejos para romances de adolescentes, yo pronto seré por segunda vez abuela. Me alegro tanto de este reencuentro, pero creo que tenemos que aceptar que ya estamos viejos-.
Andrés no se conformaba solo con haberla encontrado y resignarse a tomar otros derroteros lejos de ella, no le quedaba mucho tiempo, estaba en el ocaso de su vida, así que esta vez no permitiría que los caprichos del destino lo hicieran tomar decisiones equivocadas.
–Malva si supieras cuanto he esperado por este momento, tantas soledades he tenido que vivir, para poder estar a tu lado, se muy bien que ya no somos los adolescentes enamoradizos como cuando nos conocimos, pero todavía sigue existiendo el mismo amor, que esta intacto y fuerte, no desperdiciemos la corta vida que nos queda-.
Ella escucho atenta, lo tomo de la mano y recorrieron por la húmeda arena como dos ancianos que han sido parejas toda su vida. Andrés la visito a diario por una semana completa, hasta que ella le preparo una cena. El llego a la hora exacta, como siempre se ha caracterizado por su puntualidad. En su mano derecha llevaba una botella de vino tinto, y una caja de chocolates en forma de bombones en la izquierda, Malva cuando vio los chocolates, solo atino a mirarlo a los ojos y se sonrojo, él sabia perfectamente que el chocolate le produce un efecto orgásmico. Cuando tomo la caja soltó una carcajada fuerte, a él también le causó mucha gracia, era una sutil indirecta. Mientras iban cenando acompañados de los recuerdos fugaces de antaño, el efecto hipnotizador del vino y la buena comida de Malva, dejo fluir los deseos reprimidos por años. Andrés la todo de la mano y puso un tango como música de fondo, la invito a bailar, siendo que nunca fue un gran bailarín, pero esta ocasión lo amerita, la cercanía del baile los mantenía unidos, el sentía como sus pechos rozaban su cuerpo, el aroma a rosas que emanaba como un cántaro en su cabello lo hizo viajar retrospectivamente en el tiempo. Entre los acordes de un bandoleón porteño la beso tratando de remediar la ausencia beso a beso. Mientras bailaban ambos cantaban en voz alta.
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Cuando la besaba se dio cuenta que ambos tenían un sabor agrio en la boca, pero el dulzor se iba recuperando con la intensidad de los besos. Lentamente con los armoniosos pasos del tango, la llevo a su dormitorio y comenzó a desnudarla. Malva Marina le pidió que apagase la luz, los años le habían dado pudores de exponer su cuerpo, cosa que en su juventud no tenia, no quería que Andrés la viera con sus pechos fláccidos, ya no eran dos frutos obsequiosos que el podía acariciar con sus labios, ha Andrés no le importaba que ya no fuera la misma mujer joven que él había conocido, la seguía amando igual sin importar los estragos que deja el tiempo como marcas en el cuerpo. Ella al verlo casi calvo y los pocos pelos en su cuerpo eran de color cano, noto que lo único que no había envejecido en él, era su mirada, aun la apreciaba de la misma forma como lo hacia desde el momento que se conocieron, con esa mirada que le producía un escalofrió en el cuerpo, era tan profunda como la extensión de un rayo. Lamentó tanto haberse perdido como el cuerpo de Andrés fue envejeciendo. Malva Marina tenía temor de que la viera desnuda, entre lágrimas insistía en apagar la luz, pero Andrés necesitaba ver su desnudez con luz fresca. Su cuerpo parecía agrietado como el barro cuando se seca con el incremento de sol. Con caricias Andrés fue mitigando los pudores del encuentro, de tanto acariciar encendió los pezones de Malva, erectos, juveniles y elásticos. Parecían dos jóvenes que estaban recién descubriendo la desnudez del sexo opuesto. Malva se recostó sobre la cama, anciana como se veía aun así no dejaba de ser bella, daba la impresión que los años no la fueron envejeciendo, si hermoseando. Cuando Andrés recorrió su cuerpo con las manos noto que su piel seguía siendo lozana, que sus escasos vellos pubicos se habían teñido de color blanco, y su entrepiernas seguía siendo una cavidad misteriosa, el anciano se recostó sobre ella, con una erección que no había logrado tenerla en años. A ambos se les había olvidado como hacer el amor, después de tanto tiempo sin practicarlo, ahora que eran un par de viejos no sabían como mantienen relaciones los ancianos, así que nuevamente fueron explorando en una cama las artes amatorias. Con cada caricia Andrés veía como Malva iba rejuveneciendo, al igual que ella, Andrés logro recuperar una vitalidad que creía extinta, ambos se dieron cuenta que cuando se hace el amor verdadero se vuelve a la pureza y la virginidad se pierde innumerables veces en la vida.
Malva Marina a los 67 años de edad perdió nuevamente la virginidad junto con Andrés, se descubrieron y exploraron por completos. Los dos ancianos lentamente encendieron los fuegos que creían extintos dentro de sus cuerpos, se amaron como nunca lo habían hecho antes, en una gran erupción liberaron los deseos reprimidos. Se durmieron unidos uno encima del otro. Al despertar Andrés noto que Malva dormía sobre su pecho, mientras acariciaba su cabeza le volvió a recitar sus juveniles versos, sus manos se enredaban por sus cabellos. Al despertar Malva lo miro con complicidad, estaban retomando los códigos que mantenían en sus batallas bajo las sabanas. Querían hacer el amor nuevamente, con la incertidumbre de no resistir los avatares entre el roce de los dos ancianos cuerpos, como olas se enfrentaban, Malva Marina cuan roca sólida mientas que Andrés se balanceaba sobre ella como una marejada furiosa, ella con una vitalidad solo producto del deseo de sentirse penetrada se sube sobre él y comienza ha balancearse sobre las olas, mientras subía y bajaba con los ojos cerrados, fue reconstruyendo todos el tiempo que estuvieron separados. Cuando el orgasmo invadió el cuerpo de ambos, quedaron moribundos, varados en la cama, aun sintiendo el resoplar del viento sobre las brisas marinas. Malva casi exhausta permanece sobre el pecho de Andrés, sus pulsaciones eran tan tenues, que Andrés se preocupo de que no volviera de aquel letargo. Pero ella estaba bien, tan solo aun seguía prisionera del éxtasis de sus deseos. Nunca imagino que el amor y las pasiones eran rejuvenecedores para el cuerpo. Estuvieron por unos minutos más muy bien acoplados, cuando recuperaron la conciencia, descubrieron que el tiempo que estuvieron lejos el uno del otro lo habían recuperado con creces, y todo parecía como si hubiese sido un mal sueño, de esos que te atormentan cuando te despiertas sobresaltado.
Justo al comenzar el alba, Andrés tomó su mano, como para protegerla de sus miedos, Malva no quería despertar nuevamente estando sola en su cama, ya estaba cansada de llorar por las mañanas. El sabia que la única forma de remediar todo sus miedos, era no volver a dejarla sola.
- Malva, te parece si nos vamos juntos, ¿A dónde, no se?, ¡Que importa saber donde vamos a estar mañana!, nos queda tan poco tiempo, yo siento que no me queda mucho por vivir, y el día que tenga que morir quiero que seas tu la que tome mi mano, quiero que seas tu la que me vista para enfrentarme a la muerte. En Chile no me espera nadie a mi regreso, te tengo solo a ti, ¡Así que vamos!, llevemos lo menos posible de equipaje, cosa de no cargar con tantos recuerdos. El día que muera amor mió, quiero que me entierren con tus fotos, para no sentirme tan solo-.
- Y que va a ser de Paula, y mis cosas.-
-Ella estará bien, no le falta nada, pronto será madre, tiene un buen esposo y una hija que la quiere. La mejor herencia que le puedes dejar es tu felicidad, no permitas que el destino así como nos une también nos separe-.
Ambos partieron sin un rumbo fijo, lo único que tenían claro era aprovechar al máximo el poco tiempo que les quedaba de vida, necesitaban despertar cada día tomados de la mano. Sobre la mesa dejaron una nota para Paula y el libro de su última novela, estás eras las respuestas que le dejaban a tantas dudas.
Querida Paula:
Hoy decidí emprender un viaje sin rumbo, puede ser que no me entiendas, solo se que por fin termino la larga espera, ya no es necesario llorar los atardeceres y tampoco el alba. Querida hija todos somos instrumentos del destino, solo hay que saber interpretar las señales, para saber cuales son los caminos que nos depara. El universo siempre conspira en su naturaleza para juntar a los amores predestinados.
Te amo, atentamente Malva Marina.
Bajo la breve carta de Malva, estada el libro abierto justo en la hoja donde Andrés dejo escrita la dedicatoria hace un año.
Cordialmente para Malva Marina.
“Hoy desperté con ganas de tenerte, sin haberte visto,
de gritar en el silencio, de buscarte por las calles
para no sentirte tan lejana.”
Atentamente, Andrés.
Justo al comenzar el alba, Andrés tomó su mano, como para protegerla de sus miedos, Malva no quería despertar nuevamente estando sola en su cama, ya estaba cansada de llorar por las mañanas. El sabia que la única forma de remediar todo sus miedos, era no volver a dejarla sola.
- Malva, te parece si nos vamos juntos, ¿A dónde, no se?, ¡Que importa saber donde vamos a estar mañana!, nos queda tan poco tiempo, yo siento que no me queda mucho por vivir, y el día que tenga que morir quiero que seas tu la que tome mi mano, quiero que seas tu la que me vista para enfrentarme a la muerte. En Chile no me espera nadie a mi regreso, te tengo solo a ti, ¡Así que vamos!, llevemos lo menos posible de equipaje, cosa de no cargar con tantos recuerdos. El día que muera amor mió, quiero que me entierren con tus fotos, para no sentirme tan solo-.
- Y que va a ser de Paula, y mis cosas.-
-Ella estará bien, no le falta nada, pronto será madre, tiene un buen esposo y una hija que la quiere. La mejor herencia que le puedes dejar es tu felicidad, no permitas que el destino así como nos une también nos separe-.
Ambos partieron sin un rumbo fijo, lo único que tenían claro era aprovechar al máximo el poco tiempo que les quedaba de vida, necesitaban despertar cada día tomados de la mano. Sobre la mesa dejaron una nota para Paula y el libro de su última novela, estás eras las respuestas que le dejaban a tantas dudas.
Querida Paula:
Hoy decidí emprender un viaje sin rumbo, puede ser que no me entiendas, solo se que por fin termino la larga espera, ya no es necesario llorar los atardeceres y tampoco el alba. Querida hija todos somos instrumentos del destino, solo hay que saber interpretar las señales, para saber cuales son los caminos que nos depara. El universo siempre conspira en su naturaleza para juntar a los amores predestinados.
Te amo, atentamente Malva Marina.
Bajo la breve carta de Malva, estada el libro abierto justo en la hoja donde Andrés dejo escrita la dedicatoria hace un año.
Cordialmente para Malva Marina.
“Hoy desperté con ganas de tenerte, sin haberte visto,
de gritar en el silencio, de buscarte por las calles
para no sentirte tan lejana.”
Atentamente, Andrés.
21 comentarios:
Holá!
Paulo, más un gran trabajo!
Gracias.
Paulo,
Que excelente escrito. He quedado en el aire flotando con tu relato. Genial, exquisito, intenso, apasionado !
Como sabes soy de esa islita caribeña y me transporté a cada lugar que mencionas, me sentí metida en cada uno de esos lugares como observadora.
Aplausos para ti.
Un abrazo
Ay!! Paulo!!!!!
Por Dios!!
No sabes como me he incorporado a tu texto como si yo fuera parte de
él.
Es realmente maravilloso!!
Sinceramente creo que es uno de los mejores textos que he leído.
(una pequeña observación: ojo con las "b" a veces se confunden con "d")
Que historia más llena de emosiones...uf!!! es que se me erizó la piel con cada párrafo.
Me transporté por nuestros países, por las distintas épocas de nuestras vidas y por los océanos.
Paulo, Malva Marina, me han hecho llorar de felicidad.
Si estuviera en mis manos le poder unirlos, no duden que lo haría sin pensarlo.
Y sería la mujer más feliz del mundo viendo como se unen en un abrazo, eterno abrazo de amor.
TE FELICITO!!
Con todo cariño.
Anita.
que hermosa historia, felicidades a ambos!!
por dios paulo me he quedado sin palabras y con las lagrimas corriendo por mis mejillas... Solo espero que en la realidad no se tarden 40 años para el reencuentro. Como tu dices los amores predestinados estaran pronto o tarde juntos.. Dios te oiga.
Te felicito por el cuento, entiendo perfectamente que malva llorara al leerlo..
Besos
Chico chico...estás hecho todo un romántico!!
Una historia muy bonita de la cual no tengo suficientes palabras para elogiar, pero creeme si te digo que me ha encantado.
Un abrazo.
Saludos, de nuevo ando por acá.
Recuerdo, recuerdo, ¿hace cuánto escribiste esto? Lo he vuelto a leer y sigue teniendo la misma fuerza, la misma emoción, la misma necesidad del encuentro. Un abrazo desde esta ciudad gris. Felices fiestas!!!!
con este biejo amor... se hacerca un nuevo ano y quiero compartir la dicha de tener un excelente amigo como tu gracias!! por mantenerte serca y por estar en mis buenos y excelentes momentos, deseo que este nuevo ano puedas convivir con tu marva. te quiero mucho PAULO tu amiga yudelka
FELIZ NAVIDAD!!!
Hola!
Un poco largo pero buen post.
Quiero aprovechas para desearte lo mejor de la Navidad y un año nuevo lleno de cosas buenas para ti y tus seres queridos.
Felices Fiestas.
Paulo o Andrés, felicidades para vos.
Hola Paulo, hace tanto que no paseaba por este universo cibernético!
Creo que no hay mejor forma de regresar a tu rincón de letras sensibles que leyendo este escrito.
Me pone muy contenta saber que tus letras siguen siendo para Malva Marina, su corazón, su alma, y tu escritura hacen una combinación extraordinaria.
Ahora voy a seguir leyendo un poco más lo que me perdí en mi ausencia.
Un saludo grande.
(Escuchando The Nightmare Before Christmas - End Title)
YO TENGO LA MEJOR VERSION ;)
paulo feliz 2007!!!
Desde una pequeña Isla en el Caribe, te envío un fuerte abrazo, como siempre aplaudiendo tu talento y fina sensibilidad!!!
Te deseo un gran 2007. SALUD!
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Parece que han sido días de interesantes reencuentros...
te mando un fuerte abrazo y los mejores deseos para este 2007!!
YaZ
Paulo, vengo a saludarte y a dejarte un abrazo gigante.
Muchas bendiciones para este año, que sea maravilloso y no pierdas la esperanza.
Gracias por tu amistad y cariño durante el 2006.
Anita.
bellisimo! como siempre.. esa forma de expresar los sentimientos.. mas aun aquellos que muchas veces tenemos ahi escondidos solo para la persona que mas queremos..
me quito el sombrero ante sus palabras caballero.. un beso grande.. :)
enamorada de tus letras
( `'·.¸( `'·.¸* ¤ *¸.·'´ )¸.·'´ )
«´¨`·..¤.... besos ....¤..·¨`»
( ¸.·'´( ¸.·'´* ¤ *`'·.¸ )`'·.¸ )
con sabor a menta
pau cada vez que lo leo me da mucha nostalgia...no puedo parar de llorar, pero al mismo tiempo me da alegria. Te agradezco tanto que seas asi conmigo.
¿Este relato es escrito por ti?
Me dejas impresionado. Es fantastico. Parece una pelicula.
Soy artista y he recorrido muchas islas del Caribe y realmente aquello es precioso.
Y cierto, el que encuentra un amor alli no lo olvida jamas.
Un saludo y te felicito.
Un trabajo excelente. ¡Bravo!
.: fashion :.
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