Perfume de mujer

No se porque extraña razón, los aromas siempre me hacen viajar retrospectivamente en el tiempo y en mas de una ocasión me traen a la memoria pasajes de mi vida. El olor a eucalipto me trae recuerdos de mi infancia, en mi querida Viña del Mar, en las caminatas con mi abuelo por la Quinta Vergara. En otras ocasiones me recuerda antiguas relaciones, también me recuerda amargos y dulces momentos.


Hoy estaba de compras en una tienda concurrida de la ciudad, mientras hablaba con el vendedor siento la frescura de un perfume, un aroma que tenia nombre de mujer.

Imposible olvidar su aroma. Ella de unos 36 años de edad, y una de las mujeres más sensuales que he conocido en mi vida. Yo el nuevo funcionario en el banco, tan solo con 24 años de edad. Ella ya toda una señora y con una sensualidad desbordante. Cada vez que pasaba por mi escritorio impregnaba mi espacio con su aromático perfume, usaba Cabotine y su frescura acompañada de su curvilínea figura siempre lograba desconcéntrame, vestía un traje de dos piezas, característico de una ejecutiva bancaria.

Las tardes monótonas hacían que el tiempo no transcurriera, pero ahí estaba ella siempre con su paseo por mi escritorio como si fuera una paloma de plazoleta, con su prominente trasero esperando que yo la cortejara. Cada día era más evidente su seducción, y yo indefenso ante tanta belleza me dejaba llevar por su sonrisa maliciosa y sus miradas fieras de leona albina. Su cabellera con dos grandes rizos a cada costado de su cara, la blancura de su piel y los pétalos rojos de sus labios, le daban un aire de holandesa.

Por la función de mi trabajo siempre era uno de los últimos que se quedaba hasta tarde en el banco. Entre el movimiento diario, cheques, vale vistas y dinero en efectivo, ella se paseaba como alma en pena, por el tiempo que estuve trabajando no le falto la excusa para quedarse fuera de su horario. Hasta que un día nos cruzamos en el pasillo hacia el baño, estaba tan cerca que su aroma. Por un extraño fenómeno de Alquime, no solo su fragancia sino que todo su ser se había mezclado con el aroma de su perfume. De esta forma entraba por mi piel, calurosa, aromática y completamente sensual. El rose de nuestros cuerpos habían hecho que sus pechos en solo un instante pasaran de castos a voluptuosos, sin la necesidad de tocarlos los sentía erectos, la ausencia de aire entre los dos cuerpos sintetizaban esta relación sexual a través del aroma.