Un día jueves
De una forma sincronizada mientras me sentaba en la butaca se apago la luz de la pequeña sala. Al comenzar la película pude notar que somos pocos los espectadores, unos asientos mas atrás están sentados unos ancianos que antes de comenzar a estructurarse la historia ya roncan bufando como locomotora. Repentinamente se ilumina un poco el aula producto de las imágenes proyectadas en el telón y me percato que a mi lado esta sentada una mujer joven encantadoramente bella, hipnotizada por lo que ocurría en la película. A unos pocos centímetros estando solo, ella me acompañaba casi recostada sobre la butaca con sus ojitos de agua muy similares como los de la geisha Sayuri. Ella no dejaba de suspirar por el romanticismo de la historia, yo tontamente solo la observaba y me encantaba la redondez de su boca y la postura circundante de sus manos con las mías. Mientas la pobre Sayuri luchaba tendenciosamente por enamorar a su director pensaba si es posible que alguien pueda esperar casi toda su vida a una persona.
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Después de haber visto la película camino en dirección al mar, a paso lento por la avenida el sonajear de unos zapatos me sigue, no quise girar para confirmar quien era si ya lo tenia bastamente claro, es la misma mujer de los ojitos de agua que como una sombra no dejaba tranquilo mis pasos. Al estar frente al imponente mirador y su rompe olas podía apreciar el furioso oleaje que rebasaba las rocas. La brisa marina y la bruma permitieron aislarnos de todo lo que nos rodea. Al verla parada frente a mi tan imponente como una roca logre reconocerla y sin hablarle le extiendo mi mano y la invito a bailar junto al calor de mis brazos constrictores. Antes de terminar la melodía una ráfaga de agua irrumpe nuestra tranquilidad y ella se esfuma miedosa porque el agua no congenia con sus pies de fuego y desaparece entre la bruma, pero aun así sigo bailando solo y sintiendo el calor de sus labios muy cerca de mi boca.
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Después de haber visto la película camino en dirección al mar, a paso lento por la avenida el sonajear de unos zapatos me sigue, no quise girar para confirmar quien era si ya lo tenia bastamente claro, es la misma mujer de los ojitos de agua que como una sombra no dejaba tranquilo mis pasos. Al estar frente al imponente mirador y su rompe olas podía apreciar el furioso oleaje que rebasaba las rocas. La brisa marina y la bruma permitieron aislarnos de todo lo que nos rodea. Al verla parada frente a mi tan imponente como una roca logre reconocerla y sin hablarle le extiendo mi mano y la invito a bailar junto al calor de mis brazos constrictores. Antes de terminar la melodía una ráfaga de agua irrumpe nuestra tranquilidad y ella se esfuma miedosa porque el agua no congenia con sus pies de fuego y desaparece entre la bruma, pero aun así sigo bailando solo y sintiendo el calor de sus labios muy cerca de mi boca.
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