Antofagasta, 27 de Enero del 2007
7:30 de la mañana el Rin…Rin interminable del despertador me separa de Malva Marina. La angustia de haberme separado de ella me deja un vació en el cuerpo, una sensación de haberla visto sin poder tocarla de sentir el aroma de sus labios chocolateados sin poder besarlos.
9:00 horas me pasan a buscar porque a las 12 en punto tengo una reunión en una empresa minera de la ciudad. Mientras nos abríamos paso por el desierto en un pequeño automóvil que no podía batallar con la altura cordillerana recordé el día que me vine a vivir al norte y desierto de mi país.
9:00 horas me pasan a buscar porque a las 12 en punto tengo una reunión en una empresa minera de la ciudad. Mientras nos abríamos paso por el desierto en un pequeño automóvil que no podía batallar con la altura cordillerana recordé el día que me vine a vivir al norte y desierto de mi país.
El día que mi familia arribo a esta tierra fue huyendo cómo muchos otros chilenos de una cruda dictadura, del miedo y la persecución. Mi padre gracias a las influencias de mi abuelo logro recomenzar y olvidar todo lo que habíamos perdido en Viña del mar. Una de las pocas cosas que se le puede agradecer a la dictadura es que me trajo a estas tierras.
A unos pocos kilómetros de la Minera comienzo con los nervios característicos de estas reuniones. Aun no me acostumbro a este nuevo ritmo de vida y mucho menos a las presiones que tengo que lidiar cada día. El porque de esta invitación me enorgullece y en silencio río sin desconsentrar a mi compañero de viaje.
Recuerdo que hace un par de años atrás lo único que tenia en mente era formar mi propia empresa. Pero nunca imagine que al lograrlo me iba a generar un poco de estrés y desvelos. Desde a mediados de diciembre que estoy prestando servicios al Mall Plaza Antofagasta en obras civiles. De la nada me instale con una empresa contratista en obras civiles, compitiendo a la par con constructoras que me han hecho una guerra un tanto desleal. Pero como en mis genes esta muy arraigada la intrepidez doy la pelea lo mejor que puedo. Aun sin tener unas instalaciones necesarias para este tipo de trabajo me conseguí una bodega y un grupo de arquitectos amigos me invitaron a trabajar en sus oficinas hasta que logre instalarme en forma independiente.
Hace unos días me invitaron a trabajar en una propuesta, una empresa de servicios externos en una minera necesita ampliar sus instalaciones y solo se hicieron tres invitaciones para participar en las cotizaciones, dos constructoras y quien les habla. Cuando me llegaron los planos y las especificaciones técnicas me di cuenta que de a poco he ido logrando imponerme en este mercado tan competitivo. Me sentí como unos de los grandes sin serlo, el hecho de que me consideren es porque he hecho las cosas bien. No se realmente si me voy adjudicar la obra, pero ya me siento ganador, y estoy trabajando con confianza, cotizando, haciendo el análisis de precio unitario y coordinando solo de mi casa.
20:30 horas me dirijo a urgencias en la clínica, hace dos días atrás sufrí un pequeño accidente en mi pie y por no tratarme la lesión a tiempo comienzan unas pequeñas molestias. Cuando llego a la recepción la secretaria me apunta los datos necesarios y el porque de la consulta, a los pocos minutos me llaman para la atención. El médico con aires de un ser superior me examina el pie y me envía a la sala de radiografía, cuando llega un enfermero con una silla de ruedas augure algo no muy bueno. Ya una vez con las laminas en mano el medico nuevamente me revisa y como juez lapidó una lesión en la planta del pie. Un mes de terapia con un traumatólogo y ejercicios en los cuales me tengo que aplicar calor. Lo peor de todo que una vez que se retira llega una enfermera con esas típicas bandejitas metálicas y me dice: don Paulo bájese el pantalón y póngase boca abajo en la camilla, la miro fijamente a los ojos y le digo que si pretende ponerme una inyección tendrá que seguirme por todas las instalaciones, porque no congenio mucho con las jeringas, pero al percatarme que con un pie malo no era mucho lo que podía correr, así que no me quedaba otra mas que resignarme a bajarme los pantalones frente a esa extraña mujer. Mientras me masajeaba uno de mis glúteos me dice con voz de genérala: no se ponga tenso, y cuando termina de hablarme siento el pinchazo que no me dolio tanto como el liquido que iba bajando por mi pierna. Al retirarme de urgencia paso nuevamente por la recepción a quejarme con la secretaria porque había ido para que me aliviaran el dolor de una de mis piernas y salgo casi invalido de las dos por culpa de esa maldita inyección. Al llegar a mi casa lo único que busco es mi cama, pero antes de acostarme siento que tengo una pequeña hinchazón en mi glúteo derecho justo en donde me inyectaron cuando sentí el huevo me asuste, pensando que aun tenia el liquido, casi medio desmayado por la impresión me reviso nuevamente y por surte dentro de tanta desgracia me percate no era mas que una mota de algodón que ponen siempre después del pinchazo.
Antes de dormirme nuevamente pienso en Malva Marina, agotado, con una pierna medio coja y un glúteo hinchado pienso que todo esto vale la pena, porque por muy mínimo que sea mi logro cada día acorto mas esta distancia.