jueves, marzo 30, 2006

Sueño


Un día vestirás de blanco como la espuma,
traslucida con velos de perlas
coral blanco de tus pupilas,
espejo infinito de tu alma.
De noche recorreremos el mar,
caminatas eternas de cangrejos por la húmeda arena,
alfombra interminable de mis pies descalzos y de tus botas negras.
algún día tendremos hijos, quizás hasta nietos.
Por la casa recorrerán niños como palomitas de parques
mojando sus plumas
con el roció de tus manos querendonas.
La oscuridad de la noche,
bóveda infinita de estrellas peregrinas,
aterrizaran como gaviotas en nuestra alcoba.
Algún día nuestros hijos serán como relojes de arena,
nos despertaran de la siesta para informarnos que ya estamos viejos,
Ayer tan solo éramos dos,
hoy tenemos una casa llena de gritos,
de piececitos traviesos, de niños trinando
como pajaritos a la hora del almuerzo.
Tan solo aquí soñando contigo,
oculto en el frondoso bosque sumergido,
desde la profundidad observo tus pasos de gaviotin monja.
Esta lejanía de roca en roca
me da el valor de desposarte,
de ofrecerte un hogar vacío
para llenarlo con niños y saturarlo con nietos.
En silencio cuando el mar danza sin olas
te ofrezco las estaciones del año,
te ofrezco los atardeceres grises
para mezclarlos con el rojo de tus besos.
Desplegar un atardecer como un manto
que cubra las tardes frías de invierno.
Si tan solo supieras
que desde la clandestinidad te he desposado,
esperando que algun día
nuestros hijos
sean los herederos de todo esto… mis sueños.


jueves, marzo 23, 2006

Hay amor, sin ti mi cama es ancha

Vampyr
Al despertar y sin abrir aun los ojos, me percate que no estaba solo en mi cama, junto a mi estaba recostaba Malva Marina, tendida completamente dormida con uno de sus brazos sobre mi pecho y sus piernas como enredadera trepando por mi cadera. Al verla ahí tan indefensa, completamente entregada a un sueño profundo, no tenia la intención de despertarla, solo quería sentir el calor de su cuerpo junto al mió. Tanto que he deseado un momento así con ella. No solo por el hecho de pasar una noche juntos y hacer el amor como cualquier pareja, sino que necesitaba despertar a su lado, saber que esta conmigo, que la tengo tan cerca de mi, que su respiración también es parte de la mía, que ella pueda sentirse protegida en la amplitud de mi cama.

El amor se manifiesta de innumerables formas, y una de ellas es a través de la mirada. Estaba completamente hipnotizado al ver sus ojitos sueñazos, su boca que florece cada mañana con labios de pétalos de rosa, sus cabellos esparcidos entre su cuerpo y mi cuerpo.

Sabia perfectamente que Malva Marina no estaba a mi lado, ella aun esta en su islita caribeña, pero esa mañana la sentía conmigo y yo estaba inmóvil, porque con el más mínimo movimiento se despertaría, y al abrir sus ojos se esfumaría como una mariposa esta ilusión de verla recostada en mi cama.

Mientras apagaba el despertador y miraba la fotografía que tengo de ella en mi velador, me di cuenta que en estos días con mi morenita caribeña le hemos ganado a la distancia, tratamos de hablar casi a diario, hasta hemos comenzado a planificar nuestras vidas. Quien sabe en donde terminaremos viviendo en algunos años más. Lo que si tengo claro es que siempre le seguiré sus pasos.

Esta mañana antes de salir de casa la veo como un ánima recorrer mi habitación con su carita sonriente, al verla completamente llena de felicidad, no hallo nada más que cantarle unos versos antes de cerrar la puerta.

Hay mi amor sin ti no entiendo el despertar, hay mi amor sin ti mi cama es ancha…


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miércoles, marzo 15, 2006

Como espuma sobre las olas


¡Mujer!, eres el mar enrabiado
una y otra vez zozobro bajo tus olas.
Naufrago entre tus pechos,
me asilo en tus labios.
Tu voz brama, como braman
las olas al comenzar el otoño.

Tu mirada profunda de faro,
de pitirre desentrañado de una rama,
de ojitos llorosos de estrellas.
¡Mujer!, eres el mar,
transparente como las olas,
coral virgen de tus costas.
Tu aroma es de atardecer,
de crepúsculo, de algas rojas.

¡Hay amor!
En tus manos he muerto dos veces
y no me canso de renacer,
furioso entre tus brazos,
sucumbir de tanto amor,
de ser espuma sobre las olas,
amarte hasta rabiar, morir,
resurgir cada mañana,
junto al calor de tu espalda.

miércoles, marzo 08, 2006

Mujer ya estas cansada.


Ahí estas sentada como una diosa frente a mi,
como si fueras una sólida escultura.
Eres el pasto tierno que crece
en los vanos del muro bombardeado por el silencio.
Pareces una ráfaga de luz en la penumbra,
un poco diosa un poco esclava.

Te observo sentada ahí como una diosa frente a mí,
como muchas veces he visto caminado sola
a la nostalgia derrotada por esta inhóspita tierra
de melancólicas salitreras abandonadas.

Revoloteas por las calles de mi pueblo
con tus largas cabelleras de sombras,
que parecen dos largas alas de una gaviota
perdida nadando entre un mar sin olas.

Te observo creciendo como las raíces del sauce
a orillas del lago que se filtra como mil lagrimas
de dolor en la tierra.
Te he visto recorrer las calles
vestida de incontables colores,
como una cometa en primavera.

Te he visto arrastrando el hastió de sentirte tan sola,
ansiosa de no ser tan esclava,
de no menstruar y ser tan periódica.
Te he visto cansada de que siempre
te mire como una diosa.


A mi Boricua, estos versos llegan hasta tu puerta…

miércoles, marzo 01, 2006

En la clandestinidad de tus sueños



Con que facilidad soñamos cada noche, y que satisfactorio es tener esos sueños eróticos con personas desconocidas, mientras nuestro subconsciente traiciona nuestras emociones, despertamos con el remordimiento de haber sido infieles al cerrar los ojos, y dejar que alguien llegue a dar rienda suelta a nuestros más ocultas sensaciones , ocultas por soledad o por nuestra inherente adicción a lo prohibido.
Cada noche prolijamente antes de acostarse la bella doncella, raptada de un cuento de hadas, se prepara para su cita imaginaria. Un compromiso que comienza cada vez que las oscuras noches irrumpen sus sueños, y con pasos misteriosos la llevan a recorrer por los recónditos recovecos del hipotálamo.

Cada noche mientras ella duerme placidamente, bajo un frió calido de verano, la visita ese desconocido, que sin saber su nombre, la toma suavemente de la mano y la saca por una pequeña abertura entre la ventana y el muro. Esa abertura obligada para no saturar los sueños de tanto amor que desborda su cuerpo de virginal doncella. Viste solo un camisón de seda blanca, sin nada abajo más que la desnudes de sus partes intimas, que bajo la luz de la luna, como un foco ilumina su descomunal figura a través de la clandestinidad de su camisón semidesnuda.

Recorren entre los estrechos recodos de un campo frondosamente tierno, donde el olor a tierra húmeda, adorna de una forma aromatizada la gran bóveda nocturna. Mientras avanzan por la espesura de la vegetación sureña, ella no deja de pensar en lo que hace, sin arrepentirse, sabe que de alguna forma traiciona sus miedos, pero sin pudores, se deja llevar por esta fugaz aventura. La caminata nocturna termina justo en el momento cuando encuentran un espacio descubierto entre las malezas.Una alfombra interminable de hojas secas, de un bosque caducifolio.

Ellos solos en una noche lejos de toda realidad, en donde el viento silva entre las hojas, y los aullidos de animales que no se ven, pero observan como si fuera un espectáculo ver a dos desconocidos, solos, deseosos de estar juntos, bajo la sombra de la luna que solo se limita a iluminar la traslucida vestimenta de la bella doncella. Ese desconocido solo la toma de la mano y la aprieta sabiendo que en cualquier momento, ella puede despertar de su aplacible sueño, y la realidad puede esfumar todo ese deseo contenido bajo la caminata. Al verla ahí, indefensa, temblorosa y con su rostro cálido, no dejaba de observarla a través de la traslucida tela, podía notar como su cuerpo, se transformaba con cada penetrante mirada, sin tocarla había logrado que su contextura cambiara, sus pechos blancos como dos manitas de niñas se empuñaron sobre su caja toráxica, como queriendo florecer con el más mínimo roció. Sin la necesidad de tocarla había logrado que su piel se erizara como si estuviese a la defensiva. Los diminutos bellos que cubren su piel impedían que la brisa congelara sus poros. A ese desconocido le inquietaba el sabor de su boca, no podía estar sin probar sus labios azarosos, sentir como su lengua acaricia el interior de su cuerpo. Necesitaba enredarse entre sus cabellos, que como lluvia caen desde el cielo. Ella al sentirse completamente desnuda y observada, necesitaba que ese desconocido que concurría sus sueños, y de alguna forma la raptaba bajo su consentimiento, la arropara bajo el calor de su piel, quería sentir como sus brazos constrictores la retenían mientas él no dejaba de besar su aromático cuello, tan sensible al tacto como los poros palpitantes de su pubis.

Al penetrarla una y otra vez como una lanza, podía sentir como la elasticidad de su piel cedía con cada embestida. Ella totalmente descontrolada aullaba bajo la luna, sus manos buscaban donde aforrarse para no caer indefensa sobre las hojas. Ese desconocido trasformo su fisiología en una gran escultura fálica para que ella pueda moldear con sus manos.

La clandestinidad de la noche avalaba esta relación fugaz entre dos desconocidos que se buscaban y hacían el amor como dos animales, libres, sin tapujos ni pudores. Mientras daban rienda suelta a sus más descabellados deseos, sentían como bajaban de las copas de los árboles fragmentos de operas.


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Ella despierta de sentirse tan amada, deseosa de no sentir la soledad de su cama. Extrañando al gran amor de su vida. En ningún momento consideró que lo traicionaba, al contrario ese desconocido lograba de la forma más extraña acercarla al hombre que ella ha amados desde su infancia. Ese desconocido no era más que su pequeña fantasía, no era más, que la clandestinidad de sus sueños.

A la vez en una tierra muy lejana, un hombre despertaba cada noche deseoso que fuese realidad los besos de esa desconocida sureña, que lo cautivaba con su desnudez bajo la luna. El no se cuestionaba nada, sabia que esa doncella de cuentos de hadas, era lo único, el mejor antídoto para olvidar su soledad nocturna entre las sabanas. Pero una noche, soñó nuevamente con su virginal doncella, y un cálido beso lo despertó justo en el momento en que comenzaba el alba, y con la calidez de una caricia y un poema susurrado al oído, despertó deseoso, de que no fuera solo un sueño.

Esa noche unos versos revoloteaban su cuarto, unos versos tan eróticos como sus sueños, unos versos llenos de ternura, lo más cercano a un beso de esa desconocida.